jueves, 14 de marzo de 2019

La salud del músico (III), La metamorfosis de Franc, … del boletín núm. 3

- ¡Otra vez no! ¡Esto no puede sucederme hoy! ¡todos se van a dar cuenta! Los pensamientos se acumulaban en la mente de Franc, y siempre en la misma situación. 

- ¡No estoy dispuesto a que otra vez me pase lo mismo! ¡No quiero! ¡Soy un niño! ¡Soy un niño!, se decía una y otra vez. 

Franc era un chico de 12 años, que estudiaba violín en el conservatorio. Desde pequeño le encantaba demostrar a sus abuelos la habilidad que tenía con el instrumento y practicar delante de todo el mundo. El día que había audiciones de su clase, la emoción se apoderaba de todo su ser hasta que, tras el concierto, liberaba toda la energía que durante la jornada había ido guardando. 

Empezó a estudiar a los siete años y desde entonces siempre había aprendido con el mejor de los profesores, el suyo. Tocaba en la orquesta del colegio, en la orquesta juvenil del conservatorio, en el grupo de violines y como solista dentro de las audiciones que organizaba su clase. 

Era fantástico compartir con los compañeros el entusiasmo y la vitalidad que mostraban antes de salir a tocar al escenario para sus amigos y familiares. Siempre había ratitos entre los ensayos para hablar con los compañeros, para intercambiar algún truco de juegos de la play o para hablar sobre los vídeos que habían llamado la atención últimamente, como los de TwoSetViolin o los de Jaime Altozano. 

Sus abuelos tienen en casa inmortalizadas todas las audiciones. Sin embargo, en las fotos más recientes Franc parece muy enfadado, y realmente lo estaba. Ya no le gusta tanto tocar en público porque se siente invadido por un miedo atroz y por su cabeza pasan todo tipo de imágenes. A veces se imagina que se transforma en un escarabajo inútil tocando el violín y al que no le llegan las patas al mástil del instrumento para poner los dedos en las notas que debe tocar. Otras veces cree que es un pez sin brazos, otras que está como una cabra con estudios musicales. Todo le recuerda a una historia que le contó su madre sobre un libro que había leído: la Metamorfosis de Kafka. 


Un día decidió contarle a su profesor lo que le pasaba y se llevó una gran sorpresa cuando descubrió que no era el único al que atrapaba el miedo escénico, a su maestro le pasaba algo parecido cuando tenía conciertos. Cuanto más importante era la sala donde tenía que tocar o más público podía reunir, más nervioso se ponía. 

Pero, ¿por qué?, se preguntaba Franc, si mi profe toca genial y además tiene muchos conciertos, parece muy feliz y contento siempre que voy a verle. 

El profesor le explicó a nuestro protagonista que era normal sentir respeto hacia el público y que a medida que nos hacemos mayores, vamos tomando conciencia de la responsabilidad que implica exponer las habilidades delante de los demás y de lo difícil que es hacer las cosas bien. Los nervios se deben a que nos gustaría tener interpretaciones perfectas y sabemos que eso es prácticamente imposible. Esa carga y exceso de compromiso impide disfrutar de todo lo que se puede expresar y trasmitir al tocar y eso no deberíamos permitirlo. 

Su maestro le ha recomendado estudiar mucho, visualizar la sala donde van a tener las audiciones, tocar en grupos, seguir interpretando las obras delante de los familiares y amigos y sobre todo…, disfrutar mientras hace lo que más le gusta: tocar el violín. 

Charo Mayoral